Conocí personalmente a Amartya Sen en la universidad de Harvard al asistir a sus lecciones y sostener por entonces animadas conversaciones con él.
La primera atracción que ejerció sobre mí fue su convicción aristotélica de que los hombres y las mujeres pueden resolver sus problemas de su vida en sociedad con recurso a los poderes de la razón.
Mi admiración creció al advertir que su grandeza personal reúne una sencillez extraordinaria y una portentosa inteligencia. Observándolo desde lejos una mañana en que coincidimos, sin que él lo advirtiera, en el metro de Boston no pude dejar de admirarme de que bajo aquella imagen de sencillez ordinaria y descuidada habitaba una de las inteligencias más grandes del siglo XX; la primera en desafiar fructíferamente el teorema de Arrow, esa que exponía con razonamientos matemáticos complejos la infinita y aún insondada complejidad de nuestras formas de usar la razón en beneficio propio.
Cuando alguna vez le expresé mi duda de si las matemáticas usadas por la economía política no sufrian un retraso instrumental con respecto a la naturaleza de las realidades que tratan de explicar, su respuesta contundente con su fuerte acento hindú fue:
"no, mathematics are mathematics, they help us to think clearly in order to solve the enigmas of reality but they don't solve them by themselves".
Después de esta respuesta mi duda sobrevive, pero enriquecida con su distinción.
Página de Amartya Sen
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