Al analizar las diversas formas de organización económica que se han sucedido desde el neolítico, observamos la presencia constante de dos tipos de instituciones, de estado y de mercado, que conviven permanentemente en tensión. Son dos sistemas institucionales diferentes y en conflicto pero que se necesitan mutuamente. Incluso pueden ser considerados partes complementarias de un mismo sistema.
Comerciantes y recaudadores de impuestos en un cuadro de Ruysdael de 1542
Entendemos aquí al mercado como el conjunto de instituciones que facilitan la adopción de decisiones económicas (qué y cómo producir, cómo distribuirlo) mediante acuerdos entre individuos que defienden sus intereses particulares con mayor o menor capacidad de influir en el resultado.
El estado, por el contrario, es una organización con capacidad coactiva, que intenta monopolizar el uso de la violencia y que está capacitado para imponer decisiones económicas a los individuos. Todas las decisiones económicas son adoptadas mediante uno de esos dos mecanismos.
Suele considerarse que hay una tercera forma de adoptar decisiones económicas, la tradición, pero podemos considerar que la tradición no es sino un argumento que legitima las decisiones adoptadas por el individuo o por el estado.
Tanto las instituciones de mercado como las de estado tienen un apoyo histórico y puede considerarse que están fundamentadas en la tradición.
Por otra parte, todas las sociedades han estado buscando dos objetivos económicos, la eficacia y la equidad. La eficacia económica es el principio que ordena las alternativas económicas según su mayor rentabilidad y su menor coste.
La eficacia busca aumentar la cantidad producida y disminuir el esfuerzo necesario para producirlo. La equidad, al contrario, ordena las alternativas económicas en función de su distribución. El principio de equidad aspira a que todos los individuos reciban cantidades iguales de lo producido.
Se suele considerar que el mecanismo del mercado conduce a la adopción de decisiones más eficaces pero menos equitativas, mientras que los mecanismos del estado resultan en decisiones más equitativas pero menos eficaces.
Esta consideración se ajusta frecuentemente a la realidad, pero no puede ser generalizada. Hay situaciones en las que el mecanismo de mercado conduce a situaciones menos eficientes que el estado. Pongamos como ejemplo los bienes públicos o las situaciones definidas como dilema de los presos.
El estado, por otra parte, ha mostrado una constante tendencia a generar diferenciaciones entre individuos y a beneficiar a los grupos que se apoderan de su aparato.
Se suele asociar también el mercado a la libertad en la adopción de decisiones y el estado a la imposición de decisiones. Sin embargo hay ciertos mercados, los monopolios por ejemplo, extremadamente coactivos, mientras que los estados pueden utilizar su poder regulador precisamente para establecer unas reglas de juego libre en los sistemas de adopción de decisiones.
En cualquier caso, en todas las sociedades, con algunas efímeras excepciones, han convivido y conviven ambos tipos de instituciones, de mercado y de estado. Parecen necesitarse y complementarse mutuamente. Una frecuente explicación de acontecimientos históricos suele ser la aparición de graves desequilibrios entre ambas instituciones que conducen al debilitamiento frente a las amenazas exteriores.
En la actualidad todos los economistas estamos de acuerdo en la necesidad de que pervivan ambos sistemas, pero mantenemos graves discrepancias sobre qué proporciones relativas deben mantener ambas instituciones o si determinadas decisiones deben ser tomadas por uno u otro mecanismo.
de maig 21, 2007
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