Ya hace algo más de 250 años que la Academia de Dijon (1754) lanzó una pregunta y ofreció un premio para quien lograra responderla de manera adecuada:
¿Cuál es el origen de la desigualdad entre los hombres?
¿Es acaso la consecuencia de una ley natural?
Jean Jacques Rousseau se interesó por la cuestión y en respuesta escribió su obra Sobre el origen de la desigualdad entre los hombres.
Como Rousseau dejó apuntado, la desigualdad social y política no es natural, no deriva de la voluntad divina, ni tampoco es una consecuencia de la desigualdad natural entre los hombres.
Por el contrario,
su origen es el resultado de la propiedad privada, de la apropiación privada de la riqueza del mundo entero y de los beneficios privados derivados de esa apropiación.
Desde ese momento, tratar de explicar el origen de la desigualdad social se ha convertido en una cuestión central para las ciencias sociales, y también desde ese momento la crítica a la sociedad burguesa apunta a señalar tanto la estructura de la desigualdad social como la de la falta de libertad –íntimamente conectada con la desigualdad— de una inmensa mayoría de personas en todo el mundo.
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