d’abril 25, 2007

Carlos Taibo




Carlos Taibo (02/03/07)


Sabido es que, aunque la palabra globalización existe desde mucho tiempo atrás, su espectacular entronización político-mediática se produjo en la segunda mitad del decenio de 1990.


No hay ningún motivo para concluir que esa irrupción fulgurante tuviese un carácter neutro, improvisado y espontáneo.

Sobran, en cambio, los que aconsejan sostener que obedeció, antes bien, a razones tan precisas como tramadas.


Tomémonos la molestia de dar cuenta de la principal de esas razones, y sujiramos que de lo que se trataba, por encima de todo, era de deshacerse de otras palabras, y en singular del vocablo capitalismo, que para muchos habían retratado de manera razonablemente fidedigna, hasta ese momento, la mayoría de las relaciones económicas.

En la primera división de los ricos



Del material recogido se infiere lo siguiente: el 90 por ciento de la riqueza mundial (ingreso familiar neto) está concentrado en Norteamérica, Europa y en la región pacífico-asiática (Japón y Australia).


Sólo a Norteamérica –con un seis por ciento de la población adulta del mundo— le corresponde un tercio del ingreso mundial; a la India, con más de un 15 por ciento de la población adulta mundial, en cambio, sólo corresponde un escaso uno por ciento.


Pero también entre los países ricos del norte varía de modo considerable el nivel de riqueza.


Del 1 por ciento mundial de los ingresos familiares privados más altos, a Irlanda le corresponde el 10,4 por ciento; a Suiza, no menos del 34,8 por ciento; y a los EEUU (a causa de la notoria incompletud de los datos acerca de los muy ricos), “solo” un 33 por ciento.


A lo que hay que añadir que a los grupos situados en la cúspide del 10 por ciento de ingresos más altos en EEUU corresponde casi un 70 por ciento del ingreso familiar privado de todo el país; en China, el 10 % en la cúspide detenta exactamente un 40 por ciento.


Quien quiera pertenecer a la primera división de los ricos de este mundo, debe disponer de una fortuna superior a los 500.000 dólares.


Este grupo de cabeza comprende en total unos 37 millones de adultos. Desde el año 2000, sin embargo, la suma mínima para ascender a esa categoría ha aumentado, según se estima, en un 32 por ciento.

Los pobres y los muy ricos



Ya hace algo más de 250 años que la Academia de Dijon (1754) lanzó una pregunta y ofreció un premio para quien lograra responderla de manera adecuada:


¿Cuál es el origen de la desigualdad entre los hombres?

¿Es acaso la consecuencia de una ley natural?


Jean Jacques Rousseau se interesó por la cuestión y en respuesta escribió su obra Sobre el origen de la desigualdad entre los hombres.

Como Rousseau dejó apuntado, la desigualdad social y política no es natural, no deriva de la voluntad divina, ni tampoco es una consecuencia de la desigualdad natural entre los hombres.


Por el contrario,


su origen es el resultado de la propiedad privada, de la apropiación privada de la riqueza del mundo entero y de los beneficios privados derivados de esa apropiación.


Desde ese momento, tratar de explicar el origen de la desigualdad social se ha convertido en una cuestión central para las ciencias sociales, y también desde ese momento la crítica a la sociedad burguesa apunta a señalar tanto la estructura de la desigualdad social como la de la falta de libertad –íntimamente conectada con la desigualdad— de una inmensa mayoría de personas en todo el mundo.